lunes, enero 31, 2005

ya puedes irte.

Hoy vi a Gabriela, una chica que me gustaba hace unos, no sé, cuatro años. La vi igual pero distinta, no parecía ella, pero era ella misma, estaba un poco gordita, alegre, bien contenta, podría jurar que le dió gusto verme. Pero en eso yo soy bien bruto y no sé identificar las emociones de las mujeres, ni comprendo eso de que si dicen que no es en realidad que sí, y que cuando dicen que si es porque significa que ya.

Me estoy haciendo la idea de quedarme solo, más solo que un espejo, más solo que un trompo, más solo que una piedra en el fondo del mar. Y lo peor de todo es que no me duele.

La otra vez se me acercó una chica bien linda, era mi vecinita y cuyo nombre no recuerdo, pero parece llamarse Mariana o Martina. Vive junto a mi casa y cuando me desvelo o cuando me quedo completamente solo flotando en la nada a la una de la madrugada puedo escuchar sus pasos que irrumpen en la noche espantando a los gatos. Siento el reguero dulce y añejo de su perfume que se filtra por la ventana de mi cuarto y la escucho pararse frente a la puerta de su casa, apenas a dos metros de distancia de mi cama, tantear en la oscuridad la llave que le permitirá entrar y escucho el balazo seco y certero de la puerta que cierra tras de si dejando al mundo sin su presencia. Todas las noches llega a esa hora, dejando a su paso el estruendo estéril de su perfume en el aire vacío de la una y quince de la madrugada que perdura hasta cuando llega el día y es espantado por los ladridos de los perros callejeros.

viernes, enero 28, 2005

este miércoles.

La mañana del miércoles 26 de enero soñé con helados y queso (y yo sé de dónde vienen esos sueños), pero queso del aniñado, no del cholo que venden en la tienda del cuartillo por un dólar, sino del que venden en el Supermaxi de cada onza por el cambio de su peso en oro.

Aun dormido abrí la puerta de la refri y encontré unas verduras enmohecidas y platos vacíos helándose en su interior, tan fuerte fue la desilusión que terminé de despertarme de golpe.

Unas horas más tarde fui al centro. Cuando quise entrar al Malecón 2000 para hacer pis, encontré la puerta cerrada. Un hombre que más parecía escapado de las calles de la Habana que de guayaquil por su sombrero de capataz y su traje blanco, su habano en la boca y sentado el mismo sitio donde se terminó mi camino, respondió sin que se me haya ocurrido formular la pregunta, están cerradas todas las entradas por la marcha de hoy. Y era cierto, la única actividad de vida en el interior del malecón era la de los empleados vestidos de naranja que regaban las plantas con las mangueras a presión en la ardiente mañana, arreciaba tanto el calor que el agua se pulverizaba formando nubes artificiales al nivel del mar que desaparecían al instante de cerrar la llave.

Todos los locales del centro trabajaron a media puerta, con prevenciones para evitar saqueos por parte de los pandilleros y es que la marcha que se efectuó en la 9 de octubre (que es tan representativa de la ciudad como la avenida Reforma de México) era para protestar contra eso mismo, la delincuencia. Fue un éxito ya que ni siquiera fue una marcha, lo que fue es una concentración de mas de un kilómetro de longitud donde había tanta gente que resultaba imposible caminar de un lado al otro de la calle entre tal cantidad de vida. Eso fue lo que vi a través de la televisión y la imagen que nunca se me borrará fue la del alcalde Nebot alzado en vilo y transportado por sobre las cabezas de los ciudadanos más ilustres de ciudad, por no decir los más aniñados, hasta la tarima donde daría su memorable discurso.

Ayer, jueves, el gobierno que es un simulacro de dictadura, porque ni eso pueden hacer, son tan incompetentes los pobres. En lugar de aceptar tamaña manifestación como un llamado de atención, el presidente la minimizó diciendo que nomás fueron los aniñados que salieron a pasear y que agradezcan que él no sacara a los indios para desfilar desnudos por los barrios de mayor alcurnia.

martes, enero 25, 2005

yo estuve muerto para siempre.

Cada domingo debo pasar inevitablemente por el aeropuerto de la ciudad, en la pista estaban los aviones de pasajeros, arrumados de cualquier modo, dejados como al descuido, tan parecidos y tan idénticos uno de otros que creo que han sido los mismos que se encuentran en mi memoria desde los primeros años de mi vida. Pero, particularmente, el domingo, se me vino a la mente un recuerdo que había quedado sepultado en mi vida anterior. Vi en la torre de vigilancia, la mas alta del aeropuerto, su radar que giraba en balde, estrepitosamente en silencio y la seguridad de que en cualquier momento le caería a un cristiano matándolo en el acto. Entonces recordé, en mi vida anterior yo viví eso, en este mismo lugar, un domingo cualquiera, a diferencia de que en lugar de los aviones estaban las casas de dos pisos de madera de mangle y techado de hierro de dos aguas del tiempo del Guayaquil antiguo en el auge del cacao.

Sin embargo no logro recordar quien era yo, ni puedo discernir si eso lo viví o lo soñé, pero de que la rememoración es real, es real, inevitablemente cierta. Al ver el cielo nublado a las seis de la tarde y esa cosa girando sin fin hasta el término de la eternidad me di cuenta que yo estuve en algún sitio viendo eso mismo en un instante muy importante de mi vida.

Y apropósito de vidas, muertes, nacimientos y cumpleaños. Este ha sido el mes de esto último, los cumpleaños, empezando el trece con Princess cuya página de cuentos y seños recomiendo para todos los aprendices de brujerías, el dieciocho fue el de Carol, con quien he tenido una nutrida correspondencia y de quien he determinado que las lectoras pueden tener muchas cosas más interesantes que decir que el autor, el veinte le tocó a Hector, y finalmente le domingo veintitrés de enero del 2005 a Karem, con eme, Karem, y no con ene, estará bien escrito cuando el corrector de word señale un error ortográfico en el nombre. Muchas felicitaciones a todos.

Además, soy blog de la semana en BLOGS ECUADOR, eso me ha levantado mucho el ánimo, justo en el momento por el que andaba por los suelos. Alguna vez escuché, si usted no piensa vivir de lo que escribe, entonces no escriba, dedíquese a otra cosa. Me ha dejado pensando eso.

Y lo del fotoblog, yo creo que tendrá que esperar, pues con una foto dos veces a la semana ya tengo suficiente, al mismo tiempo me gusta mucho eso de ponerle el cursor a la imagen para que se vea el mensaje subliminal, eso no le he visto a ningún fotoblog.

Esta es la primera vez que trato más de un tema en un post.

viernes, enero 21, 2005

los amigos que perdí.

Se relaciona el calor con la alegría, la bulla con la celebración y la luz con la luminosidad. Guayaquil tiene todo eso, además del olor a cangrejos podridos que inunda la ciudad y arrasa con sus calles a las seis de la tarde. Pero, sin embrago, a pesar del trópico y del carácter alegre (eso se dicen por ahí) de sus habitantes ésta es una ciudad muy triste.

Por las noches y en la tardes y por la mañanas sale más caro coger un bus que un taxi. Se suben personas a vender cualquier cosa, cosas de comer y cosas que no se sabe para qué sirven, se suben los que salen de la penitenciaría a exigir plata y asaltar al menos amparado para no robar en las calles, los drogadictos que piden dinero para la institución que dicen ellos los rehabilitó, se suben los enfermos, los leprosos, los juegos de ruleta y los payasos y las jirafas. Hubo un día un hombre que se trepó con una culebra de mentira enrollada en el cuello para vender un elixir mágico de su propia invención que aparte de restituir los dientes a los ancianos con una tercera dentición, podía doblar el rumbo de las balas disparadas a traición, y podría hacer invisible al que lo tomara y reducir a tamaño minúsculo cualquier problema que usted tenga.

No me gusta esta ciudad pero no conozco otra salvo Quito y tampoco me gusta tanto el frío extremo. Alguien dijo, creo que fue Gauguin (un pintor) que la patria no es lugar donde uno nació, sino el sitio donde se vive. Y el tipo se fue a buscar su patria escapándose de Francia e internándose en las primitivas tribus de Tahití con el afán de volverse un caníbal experto.

Yo no quiero ser un caníbal, lo que quiero es irme, pero el problema es que donde yo vaya siempre estaré yo allí, persiguiéndome.

lunes, enero 17, 2005

hello.

Un día de estos lloverá con tanta intensidad que el agua del mar se mezclará con el diluvio y muy probablemente vemos tiburones que pierden el rumbo y mueren asfixiados en plena calle. Uno de estos días el sol será tan intenso que los colores serán consumidos por completo por la luz sin límites de la tarde y del trópico no quedarán más árboles en pie, ni agua en los ríos horizontales, ni el olor a pescado podrido sino una escala de tonos grises. Un día llegará una tormenta tan intensa que con su cuchillas giratorias de vientos desmedidos cortaran a destajo todas las piedras y los edificios más resistentes, serán tan intensos como perros rabiosos que aunque cada parte de la patria sea clavada en cu propio sitio y el presidente dicte la orden de que al primer síntoma de pánico disparen dos tiros al aire y un tercero al cuerpo, nada quedará como antes del desastre.

Claro, no soy la encarnación de Nostradamus, y yo ya quisiera por lo menos tener la mitad de los poderes de Samira, pero tendré que contentarme con ser quien soy y tener tanto tiempo para pensar que talvez un día de estos termine por volverme adivino y gane dinero por cumplir milagros ociosos. Me contentaría de sobremanera parecerme a mi mismo antes que a todas las cosas que he leído.

Mensaje pesimista del día: hoy toca examen.

jueves, enero 13, 2005

nuevos tiempos

Desde el balcón del último piso de mi colegio se puede ver el arrecife del centro comercial que sobresale por encima del techado del patio. Hace unos años, antes de que me graduara, el techado era una distracción que nos vendieron a todos los estudiantes chamuscados desde el primer año, y el centro comercial se construyo de manera tan precipitada que mas parece que lo sembraron.

Después de varios años ayer me di una pasada, tenia el tiempo y la curiosidad suficiente para entrar, subí instintivamente hasta el ultimo piso y divisé lo que había alrededor, y al ver el centro comercial tuve la impresión de que el mundo nunca antes estuvo tan próximo, del otro lado de la calle.

No quería encontrarme con ningún profesor, ni que nadie me reconociera, pero eso fue inevitable. Me encontré con el profesor de matemáticas Daniel Guin, me pareció más viejo desde la última vez que lo vi y ya no conserva su raya matemática a un costado del cráneo, sino que ahora tiene todo el pelo echado hacia atrás y se le notan los primeros rasgos de la amargura que vienen con la edad.

Al caminar en los corredores tuve la ilusión de que se habían encogido por lo me hago al consuelo de que he crecido unos centímetros desde entonces. Y también las aulas han cambiado, las bancas en el salón de Quibio son ahora tan inclinadas que seria imposible escribir en ellas y les sobresalen unos cables por debajo de las bases, por lo que parece sólo funcionan con electricidad.

Por lo demás, todo sigue igual, en especial el antiguo salón de Fima, ubicado en el último nivel de altura y al que únicamente se puede acceder por una estrecha escalera de incendios que se sostiene en el vacío, tal parece que con el tiempo el vértigo subirla se ha acentuado.

este colegio no es aniñado.

jueves, enero 06, 2005

sé que puedes escucharme.

Anoche cayó la primera lluvia del año. Fue al principio, a las seis de la tarde, una leve garúa, pero al cabo dos horas evolucionó hacia un aguacero cerrado que duró hasta el amanecer. Al salir de mi casa a las seis de la mañana me di cuenta de los estragos que había causado en el mundo, se apagó el olor natural de la ciudad de guineos podridos por el de nubes de algodón empapadas de tierra. Había tanta humedad en el aire que crecieron algas en los panes recién salidos del horno, la basura más ligera quedó flotando a más de dos pisos de altura y las aves que no encontraron refugio murieron ahogadas en pleno vuelo.

En el trópico la lluvia trae humedad, de tal manera que las personas que aprecian el diluvio desde el interior de sus casas quedan ensopadas en el caldo volátil del viento que se mete por las ventanas como si fuera el vapor del agua que cae en una plancha ardiendo.

La energía eléctrica escasea y hay cortes repentinos, las gentes cruzan las calles con el mismo apremio como si hiciera sol y las plantas se vuelven tan viejas que sus frutos se pudren en sus ramas. Ese es el producto de una lluvia contenida a lo largo de siete meses de sequía que es celebrada por las comunidades de tribus cercanas con los primeros tambores de júbilo.