domingo, febrero 27, 2005

CaRol Blog

El viernes hablé con Carol, es la primera vez que marco su número, en realidad había pensado hacerlo, siempre me ocurría que no tenía saldo para hablar en mi fono, pero fue la mañana de ese día en que se presentó la oportunidad y dije, ahora sí ya se jodió, la voy a llamar.

Carol es de Quito y yo de Guayaquil, ambas ciudades son como dos países distintos a dos niveles diferentes del mar y a temperaturas extremas opuestas, de tal manera que en ocho horas de viaje en bus es posible pasar del tórrido calor del trópico al frío ártico del altiplano, tenemos distinta manera de hablar, es así que en la sierra cecean a murmullos y en la costa hablamos a gritos y con mayor vehemencia, creo que esta historia se repite en todos los países latinoamericanos.

Nunca la he visto, salvo por las fotos que me ha enviado al correo, es muy bonita y alegre, lo malo es que tiene un gran defecto, no tiene blog. Empezamos a escribirnos desde hace unos seis meses, casi todos los días, a partir de un comentario en el cual me decía que se había leído todo mi blog, y yo pensé, Dios mío, qué vergüenza, pero está bien. Desde entonces hemos mantenido una correspondencia bastante frecuente de manera que estoy informado de su vida y ella de la mía como si hubiésemos pasado horas al teléfono.

Su voz es un poco grave, reposada y serena, tan familiar al escucharla que me dije, es idéntica a la de Rosa, mi hermana. Mi voz no es de lujo, tiene bastante de cotorra y eso lo pueden confirmar quienes me conocen, pero es la mía y es la que me sirve para comunicarme o incomunicarme.

Quería hacer publico que me agrada mucho encontrar cada día una carta tuya y te agradezco que tengas tanto aguante y tanta paciencia para soportar todas mis quejumbres. Qué bueno es saber que aunque no te vea estas allí, respondiendo a cada una de mis cartas y levantándome el ánimo a distancia, y viceversa.

miércoles, febrero 23, 2005

not jodido.

Quiero pensar que escribo porque se me antoja hacerlo y no por que sea miércoles y hoy toca obligado un post, también puse mi foto para acordarme como soy y cómo me ven las otras personas.

Según yo estos días andaba tratándome como un rey, comprándome libros caros de los que cuestan doce para arriba, viendo peliculas en formato dvd los domingos mientras no hago más que existir frente al televisor y comiendo lo que se antojara sin el menor remordimiento de que puedo despertar mi genes diabéticos heredados de mi madre. Y es que mi burbuja de automplacencia se me revento ayer, o fue antes de ayer, no importa.

Todo comenzó el lunes cuando me cayeron del cielo seis teléfonos para activar, gracias Diosito santo, sé que me he portado muy bien, y yo ya estaba sacando cuentas de en qué me gastaría la plata que aun no tenía, primera(da)mente me compraría Son de Mar de Manuel Vincent, aplazaría una vez más Ama y no Sufras de Walter Risso, y alargando los numeros y volviendo más alegres las cifras hasta el sábado la plata me alcanzaba para comprarme una camisa muy bonita que vi en Super Exito e invitar a salir a Anita que hace una semana me pidió que vaya a merendar a su casa porque desde los días de los exámenes no hablamos, iria antes de la hora para decirle que comeríamos fuera.

Pero antes de que terminara de hacer mis planes llegó la hora de las tonteras, al verificar las series de los teléfonos en el departamento anti secuestros de telefonos choripateados de PORTA te conecta, cinco de los seis estaban robados, qué rabia, por lo tanto mi capitalito se reducía a seis dólares más dos rezagados que tenia por ahí, ocho. A mi clientazo le dije que nomás activé uno, y le devolvi los otros cinco, ahistan, y el muy hijo del vecino me pregunta con cachita, no pudo activar los otros y yo le respondo que fijese estan reportados.

Con ocho dólares listos para gastar en mí, me fui a la librería la Iliada que está por la nueve de octubre, entré, rebusqué, me tomé mi tiempo pero me di prisa entre los montoners de libros, yo que preguntaba por varios desde una pila enorme y la chica de la caja me respondía, no, no, no, pero sólo uno me interesaba, Son de Mar de Manuel Vicent, ya lo dije y se lo vuelvo y repito niña , Son de Mar de Manuel Vincent, pero al final no hubo nisiquiera la Hojarasca de Garcia Marquez, al preguntarle que cuánto cuesta la Rayuela de Cortázar, el gerente o mejor dicho no sé la función que desempeñe el individuo que se me apareció por las espaldas, me dijo, ese le cuesta catorce. Me miró como quisen quisera reconocerme y luego ladró: no se preocupe, me dice, que para la semana próxima me traen unos más baratitos, y me lo dice con tal cinismo que aún me acuerdo, y es que me lo dijo un hombre tan indio y tan cholo el desgraciado infeliz que sólo le faltaban las plumas y las flechas para parecerce a los shiris. No soy de los que arman una escena, pero ganas no me faltaban, sin embargo preferí buscar entre mis pensamientos una réplica para su gracia y encontré en una de las paredes de mi cerebro una nota mental: notifíquese al Señor Weblog que su autoestima está en la mierda.

Anoche estaba revisando Volar Sobre el Pantano del Pautemoc Sánchez, es incleible la sabiduría de este hombre, él dice, la soledad no es la ausencia física de las personas, pues podemos trabajar, hacer planes y una vida en un lugar aislado siempre y cuando sepamos que en algún lugar hay alguien esperándonos, pero las personas solitarias estan mortalmente solas aunque estén rodeadas de amigos porque simplemente la soledad es la carencia de afecto. qué lindo!

domingo, febrero 20, 2005

el oficio de vivir.

Este ha sido un día perfecto, y no sólo porque no he hecho nada que no quisiera, sino porque además recordé la cantidad de felicidad que puede contener la televisión.

Durante mi adolescencia pasé enamorado de una sola persona, Melissa Joan Hart, Sabrina la bruja adolescente, y es que al despertarme este medio día y sentarme frente a la televisión con el plato del desayuno en las piernas y la taza de café en el suelo, la volví a ver luego de muchos años en su serie, pero esta vez a través del canal Nick, y me acordé, cierto tanto que yo amaba a esta niña.

Cuando se puso de moda el Internet allá por los años de mil novecientos noventa y seis no me dio pereza pagar una cantidad exorbitante de dinero por buscar información sobre ella. Descubrí que teníamos tantas cosas en común que resultaban incontables, de las cuales sólo me acuerdo: que le gustaban los Smashing Pumpkins, el verde y el azul, conocía treinta maneras distintas de preparar el café, nacimos el mismo día del mismo año, tres de abril de mil novecientos ochenta, vi todas las fotografías que de ella se habrían sacado y hasta llegué al extremo de hacer un test de la personalidad para saber cuán compatibles seríamos en una relación de enamorados en el caso de que ella hubiese vivido en el tercer mundo, en la misma ciudad que yo y de habernos conocido en alguna cafetería, noventa y siete por ciento de éxito.

Claro, la adolescencia quedó atrás, y con ella mis obsesiones y sueños más absurdos, pero aún así, verla y acordarme de golpe lo que alguna vez sentí me devolvió la vida y por primera vez me di cuenta que aun conservo mi capacidad de amar.

jueves, febrero 17, 2005

recuerda que ya te olvidé.

El lunes que fue el día en que me fijé que mis días no transcurren en un tiempo lineal sino que giran en redondo y siguen iguales aunque anochezca y amanezca, pero la diferencia de los días repetidos vino de golpe con un accidente en el centro de la ciudad a media tarde.

La acera estaba repleta de escombros de construcciones y no había manera de atravesar el sitio que no fuera caminando por media calle, en eso se acerca un bus a toda velocidad en sentido contrario describiendo en su trayectoria una elipse fatídica en la cual yo no entraba, pero sí un hombre que caminaba detrás a menos de dos metros, sus cosas quedaron desperdigadas en el suelo.

Lo que más me impresionó no fue la imagen de un hombre tendido en el asfalto ardiente retorciéndose de dolor, sino la turbamulta instantánea de curiosos, una marea de desconocidos que comenzaban a taponar las calles y cuyo rumor unánime consistía en el regocijo de no ser el pobre infeliz medio muerto en plena calle.

Y ese fue su noticiero al instante. Gracias por la atención prestada, muy buenas noches.

sábado, febrero 12, 2005

supernova.

En la habitación contigua estaban colgados de la pared unos corazones de cartón y letras escritas en escarcha que se despegaban y caían sin peso en la alfombra, produciendo un aleteo diminuto que era escuchado desde la otra habitación por un sonámbulo.

Había leído toda la noche y aun tenía ánimos para continuar hasta que el sol saliera, pero era el ruido producido por la escarcha lo que le hizo pensar que se trataba del sonido del aire rompiéndose en la mañana luminosa de todos los días cuando el sol despuntaba siempre a las seis de la mañana, pero faltaba todavía una hora para el amanecer.

Continuó leyendo hasta que lo interrumpió la alarma vibrante de un reloj despertador en una casa cercana, escuchó el insulto sordo del hombre que era interrumpido su sueño y supo entonces que el sol había salido por completo y que no entraba a su cuarto debido a que no había en la pared ningún hueco por donde la luz entrara, sintió sueño de golpe y se durmió antes de que el despertador terminara de romperse a trescientos kilómetros por hora en una pared distante debido a un repentino impulso de cólera de su propietario.

Lo despertó el caldo de su propio sudor pegajoso, despertó aún con sueño y terminó de despertarse mientras desayunaba a las cinco de la tarde, se bañó con el agua recalentada en la tubería y se sentó a mirar la televisión hasta que la zozobra del amanecer se diluyó ya muy entrada la noche. En aquel momento tuvo ánimos para empezar de nuevo con su lectura hasta que lo volvió a interrumpir el aleteo de la escarcha en el cuarto contiguo, pero esta vez era una escarcha mucho más reciente que la anterior, y lo supo, era una escarcha que no había parado de caer con su peso ingrávido desde hacía muchas noches, pudo adivinar su color y su densidad y los gramos que aún faltaban por desprenderse de los corazones de cartón de color rojo, unos corazones puestos a secar desde hacía veintiún años por la madre de una niña tras la experiencia sobrenatural de haber sobrevivido a su parto luego de dos minutos de muerte clínica.

miércoles, febrero 09, 2005

too late.

En este instante llueve, no sé, puede llover cien veces un mismo día, pero siempre me sorprende como si fuera la primera vez. La lluvia es un misterio que aún ahora que sé de dónde viene no deja de impresionarme al igual que hace quince años cuando también me desesperaba por conocer el origen de los ríos, la extensión exacta del universo y la naturaleza de dios.

Ayer fue el último día del carnaval y de igual forma llovió, fue una lluvia transparente que no pudo espantar a los borrachos, ni logró lavar las calles de la pintura desparramada en la celebración multitudinaria de cuatro días con sus respectivas noches consecutivas de duración. Es una festividad más respetada que la navidad.

Durante estos cuatro días nadie trabajó, salvo el que tenía que comer, en ese caso yo, y además tuve que encargarme de la difícil manutención de un gato mucho más aniñado que los que viven en los Ceibos (ciudadela aniñada de Guayaquil) y de su alimentación rebuscada. Creo que el no haber matado de hambre al gato en cuatro días que estuve solo en mi casa es un signo de que ya puedo tener un hijo.

Un punto aparte: el sábado por querer arreglar mi página la eché a perder. En un descuido se me fueron por los barrancos del html los commets, es por eso que tuve que abrir una nueva cuenta en Haloscan.com y los postes anteriores marcan cero. Además, la carreta de contenía mis enlaces se me fueron con mula y todo por el desfiladero, por lo que pido de favor a todo el que lea esto me deje un comment con su link para irle añadiendo, no quiero buscarles con Google, no dispongo de mucho tiempo para eso. Gracias.

domingo, febrero 06, 2005

carnival.

Estoy en la casa de mi hermana, en el cuarto de mi sobrinita, en medio de ropa sin doblar, un ventilador detenido en el techo y una cortina muerta cubriendo el boquete de la ventana. En este sitio no hay nadie, ni cucarachas, ni polvo, ni sonidos que delaten vida, salvo los que produzco con el teclado. Yo creo que la soledad se debe parecer a esto.

He venido a esta casa para trazar la historia que me hará famoso, lo malo es que no tengo idea de cómo empezar y en este instante se me viene la cabeza las palabras proféticas de Princesa de las Tinieblas, escribir sin un plan.

He venido a escribir el segundo cuento del año, el que me hará famoso, el que será de tan atractivo que los del Universo me lo publicarán sin preguntar, sin consultar mi nombre en un arrebato puro de emoción excesiva en el cual se lancen de las escaleras para detener las imprentas, se arrojen las hojas los unos a los otros, que desbaraten a patadas los escritorios para parar el arrebato que les dio una historia que les sacó el aire y se pongan a trascribirlo directamente sobre los linotipos entintados con tanto énfasis que hacerlo pudiera devolverles el dominio de la vida que tenían antes de leerlo. Porque yo no me voy a parar hasta que no vea una de mis historias impresas en la letra inamovible de la imprenta, protegida del anonimato por las trescientas mil copias del diario del domingo. Es que tengo que hacer que me la publiquen, ya no quiero escribir cosas que sólo yo recuerdo y lo haré aunque me toque amenazarles con una bomba, aunque me tenga que comprometer a ser cura en mi próxima encarnación, a ser célibe de por vida, aunque tenga que renunciar a encontrar el amor. Por dios juro sagrada Bandera que en el aire en el mar y en la tierra, en la paz o en la horrísona guerra defenderte con honor o morir. Bueno, esto último es una proclama que me enseñaron al igual que a otros niños de mi generación en la escuela.

Siempre he creído que mil quinientos caracteres es la extensión normal de mis posts, pero ya me doy cuenta que no es así. Hay postes que son muy atractivos y que miden poco menos de dos hojas, como los de Candy Belén. Otros de tan solo un expresivo y demoledor párrafo como los de la Vecinita sexy. Eso significa que las cosas hay que hacerlas con pasión o sino, no hacerlas. Para ser escritor, alguien dijo, son necesarias la vocación, formación y obstinación.

El otro día estaba escuchando en la radio del bus una entrevista que le hacían al baterista de Tranzas, el supuesto grupo ecuatoriano más famoso de México. Al preguntársele acerca de la falta de apoyo a los artistas nacionales él respondió que en el Ecuador no hay competencia, sino incompetencia, comenzando con el presidente y terminando con cada habitante. Y al cerrar la entrevista el periodista le pregunta que, qué es lo que le recomienda a los chicos que siguen los pasos de fama, y él respondió, que cojan la guitarra y le den a lo bruto. Eso nomás, preguntó el reportero. Eso nomás, respondió el de Tranzas.

jueves, febrero 03, 2005

dónde andarás.

Anoche terminé de leer por segunda ocasión Desayuno en Tiffanis. Me dieron ganas de llorar, quise llorar por la señorita Holly y por Truman Capote, y por el gato que ella abandonó por su propia voluntad en un barrio latino de Nueva York, Harlem, y que se arrepintió dos cuadras más adelante cuando iba en el taxi, lo hizo deterse, se bajó bañada en lágrimas buscando desesperada, el gato el gato el gato, en medio de la lluvia prehistórica de 1950 pero nunca lo volvió a encontrar.

Quise llorar por el exceso de libertad que le impedía amar a la señorita Holly, por todo lo que vivido entre Truman Capote y ella, y que no vendría al caso contarlo aquí. Me gustó tanto la historia del amor truncado que quería llorar a gritos ahogados en la almohada, pero no pude, busqué lástimas y penas en mi corazón pero no las hallé, lo que encontré fue rabia, pues esos cholos borrachos salseros ballenateros pandilleros hijos de puta que para conseguir dinero sólo tienen que salir a robar se pusieron a escuchar el perreo 2004 hasta no sé que hora.

Tuve que tomarme dos tabletas de Somese de 0.25 para conciliar el sueño y me dormí con la imagen de la señorita Holly cuando le regalaba a Truman Capote la jaula de pájaros que tanto deseaba con la promesa de que nunca pusiera nada vivo en su interior. Me quedé dormido de largo hasta la mañana de hoy. No recuerdo haber llorado, pero creo que lo hice, debí haber llorado dormido, un llanto tranquilo y metódico de rabia por la señorita Holly y por Truman, por mí también y por la misma decisión terminante que tomo cada día y que me duele como si siempre fuera la primera vez, por las cosas que siempre quise y nunca tuve, y por las cosas que tuve y que no fueron como yo pensaba.

Voy a reunir dinero para comprarme un tiburón y una pescera bastante grande y me mandaré a mudar de esta ciudad de mierda. Me iré a Quito, allá no hay tantos cholos.